A estas alturas de la vida, no quiero decir que me considere mayor pero........ el derroche de la juventud hace ya tiempo que paso, aún siento ese empuje de vitalidad que unos años atras me llevo a vivir mi vida como si fuese la unica de que dispongo, unas veces con mejor fortuna y otras, las que menos, con peor resultado.
El devenir de los años me ha dado mesura, equilibrio, tranquilidad e incluso a veces paciencia y la sabiduria necesaria para entender que un monton de virtudes esperan ser descubiertas en detrimento de mis defectos, que todavia se me antojan demasiados.
Por todo eso y un monton de cosas mas que la vida tiene de buena, intentare seguir manteniendo mi espiritu intacto, joven y libre, con la unica finalidad de preservar esa vitalidad que me permita " vivir para ver y ver para creer "
Bienvenidos

jueves, 11 de octubre de 2012

SOPA DE VIVAC

     
       Hace unos días termine de leer " Montañas de una Vida " del legendario Walter Bonatti. No voy a contar aquí nada acerca de su vida ni de sus gestas alpinas, todo lo que dijese seria poco y no haría honor a su nombre. Del libro solo diré que esta repleto de tensión y que la narración de sus aventuras esta llena de la misma pasión que ponía en sus ascensiones. La palabra vivac tiene en Bonatti su máxima expresión y no puedo evitar, salvando las distancias y eludiendo hacer comparaciones, recordar algunos de los que me tocaron a mi. De entre ellos, hay uno que sin duda recuerdo especialmente.

       Mi compañero de cordada por aquel entonces era el piloñes José Ramón Ureta, Pepe o Pepin para los amigos, que junto con mi padre son, sin desmerecer a nadie, las mejores personas con las que atarse a una cuerda de escalada. Sus cualidades como escalador, aparte de burru como un arau, son abundantes, la fuerza, la tenacidad y la valentía están entre ellas, haciendo de el, el compañero ideal para afrontar escaladas de dificultad. A mediados de los noventa, después de numerosas ascensiones juntos, en los Picos de Europa y Pirineos, consideramos que estábamos preparados para iniciarnos en las escaladas alpinas y sus duras condiciones.
 
       Dejamos atrás el teleferico de la Aiguille du Midi y su siempre masificada arista de descenso al glaciar, atravesamos el Vallée Blanche bajo un Sol de justicia, aplastados por unas pesadas mochilas en las que a buen seguro, debido a nuestra inexperiencia alpina, llevábamos mas cosas de las necesarias. Nuestro objetivo era el mítico Couloir Gervasutti, una vez llegamos a su base buscamos un sitio seguro, al abrigo de un espolón rocoso, para preparar el vivac. Cavamos una amplia plataforma en la nieve donde colocamos las mochilas y nuestros sacos sobre las esterillas. Aun era de día, pero el frío era intenso, mientras contemplábamos aquellas montañas rememorando viejas hazañas de míticos escaladores cuyos nombres evocan el mejor y mas puro alpinismo clásico.

La sopa y yo.
        Al atardecer el cielo se cubrió con un velo gris, nos metimos en los sacos para preparar la cena antes de la noche, una sopa iría bien para coger temperatura, derretimos nieve, añadimos el contenido del sobre y cuando al fin la sopa hervía, las nubes comenzaron a dejar caer pocos y pequeños granizos, al principio alguno caía en la sopa y nos hacia gracia, pero la tormenta arrecio y los pocos fueron muchos y los pequeños grandes. Así que, cuestión de probabilidades, cada vez entraban mas en la cacerola que incluso a veces se tambaleaba por algún impacto mientras la sopa saltaba por todos lados, ahora ya no nos hacia ninguna gracia. Tuvimos que imitar a las avestruces, metiendo nuestras cabezas en los sacos, hasta que después de diez minutos, al fin, amaino. Nuestra sopa se había quedado en la mitad, tibia y aguada, la calentamos de nuevo y pudimos terminar de cenar justo cuando la tormenta arreciaba nuevamente, a la siguiente granizada siguió otra y a esta otras mas, acurrucados en los sacos sentíamos los golpes y el constante ruido del granizo.

La sopa y Pepe.
        Sobre la medianoche el cielo se calmo un poco, arriba el viento soplaba en las aristas y abajo nos sentíamos seguros. Un tremendo estallido nos hizo pensar en los inestables seracs de la salida del corredor, pero no eran estos los que descendían pendiente abajo, era el granizo acumulado en todas partes deslizándose a toda velocidad por la canal, arrollando todo a su paso, nosotros estábamos protegidos tras el enorme cono de nieve de la morrena seguros en nuestros sacos, seguros pero algo asustados por todos aquellos ruidos en la noche producidos por el granizo, el viento, la tormenta y la montaña. La noche dio paso al alba y las nubes al cielo despejado, así, cansados de la noche salimos tarde de los sacos de dormir. La montaña sacudía aun el granizo de la noche, mientras desayunabamos varias coladas de nieve,hielo y rocas se deslizaban corredor abajo y nosotros decidimos dejar esa fría canal para otra ocasión y encaminamos nuestros pasos hacia la mas cálida Arista de los Cosmicos, a estas horas bañada por los rayos de Sol que daban al granito de la Aiguille du Midi un increíble color anaranjado. Cansados del vivac atravesamos de nuevo el Vallée Blanche  hacia el inicio de la arista, fue un buen día de escalada, pero.......... esto es el inicio de otra bonita historia.

Los inicios como compañeros de cordada, cumbre del Picu. Una imagen para el recuerdo.