En el ultimo rapel del Artazul |
Kundra y Nanga, atentos a mi rapel. |
Tras no encontrar el inicio del descenso a la primera, al fin nos encontrábamos ante el primer rapel, un volado de unos treinta metros, que serian los primeros que Edu rapelaria en su vida. Lanzamos a Carlos cuerdas abajo para que se encargue de asegurar el rapel de los compañeros, le doy unas breves explicaciones a Edu y esta se lanza cuerdas abajo, tras el Luki se lanza al vacío (es una metáfora) y se ventila el rapel sacudiéndose el polvo de la solapa. ¡¡LIBREEEEEE!! voy yo, me toca, caracoles, el agua esta mas fría de lo que debería y esperaba. Recuperamos las cuerdas y proseguimos, ahora por una zona boscosa con un encanto especial, sutilezas estas a las que no están acostumbrados los siameses, ya que salieron como los xiatos esos que suelten en Pamplona pa que los rapazos vayan delante corriendo. Después de ese pequeño y bucólico paseillo el cauce comienza a estrecharse y cruzamos las primeras pozas, a partir de este punto el agua y la roca serán nuestros únicos compañeros, se encadenan destrepes, toboganes, marmitas trampa, saltos y rapeles y una tras otra superamos todas las dificultades sin mas problemas hasta llegar al ultimo gran salto, nos espera un rapel volado de cuarenta metros, alguno al llegar a este punto se le ahogaron hasta las palabras en la garganta. Preparo el descenso concienzudamente y lanzamos a Luki el primero, alguna vez le tenia que tocar, sin prisa pero sin pausa llega al suelo, se prepara Edu y en un ataque paranoide de miedo compulsivo comienza a fibrilar de manera que es incapaz de ponerse de pie delante del rapel, tras media docena de tropezones al fin cuelga de la cuerda y con buen estilo remata sus, hasta ahora, últimos cuarenta metros de rapel. Hay va Carlos cuerdas abajo, solventando este tremendo volado como un tramite mas, nuevamente oigo la voz que me da vía libre, así que, preparo todo y nuevamente en el aire, al llegar al borde del techo, a unos treinta metros del suelo, siento que la cuerda por la que rapelo tiene algo extraño, la miro y con cara de "no puede ser" me doy cuenta de que tiene un buen bocado y, aunque no parece muy grave, aun estoy a treinta metros del puñetero y duro suelo, continuo suavemente y con la confianza de que mi diagnostico sobre la gravedad de la lesión de la cuerda sea el correcto. Una vez en el suelo revisamos la cuerda, ya no tengo una de cuarenta y cinco, sino una de veinte y otra de treinta. Abajo nos esperaban nuestros grumetes Ibai, Elena, Susana, Kundra y Nanga, con ellos hicimos el paseo que nos quedaba hasta el coche, buscamos un sitio donde reponer fuerzas y volvimos a casa esperando que una nueva marejada sacuda nuestras velas para navegar de nuevo. Esto ultimo igual queda un poco cursi, pero ye lo que hay.
Aquí tenéis el vídeo de la actividad, grabado por mi y editado en Laukiz por "el método films", osea, yo también, jajaja, disfrutarlo y reíros un rato.
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