El cobijo que conseguimos bajo esta gran piedra fue lo suficiente para pasar la noche sin comodidad, fue sin duda un vivac doloroso para el cuerpo, no así para la mente.
Cuando el amanecer no es quien te sorprende a ti y eres tu mismo el que lo espera a el, es el comienzo de un fructífero y maravilloso día en la montaña.
Después de sopesar los riesgos avanzamos con calma y sin miedos, seguros de lo que estábamos haciendo, sin permitir que el peso histórico del paso de Mahoma nos oprimiese accedimos a la cumbre.
Los glaciares y sus grietas son reflejo de lo vivido, aun recuerdo claramente mi primer glaciar y como al pisarlo sentí que estaba vivo.
Hace veinticinco años me agarraba a estas mismas cadenas en compañía de mi padre, en mi mente persiste el modo en que aprendimos a sentir y a respetar la montaña.
Conocerse bien a uno mismo es a veces la clave, llegar a la escupidera es duro pero si la mente no te traiciona sera un paseo del que disfrutar.
La cumbre siempre es un lugar mágico y contradictorio, el descubrimiento, la paz por lo conseguido, algo que termina y algo que empieza.
Estos fueron mis pequeños momentos.
estoi seguro que dentro de un tiempo,nosotros también echemos la vista atrás y recordemos todos aquellos buenos momentos que hemos compartido juntos.en lo personal,solo me cabe darte las gracias,por tus enseñanzas,por estar siempre dispuesto a la acción,....pero sobre todo por esa pasión y ese respeto que sientes por la montaña.no cambies nunca.un abrazo amigo ser!!!
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