A estas alturas de la vida, no quiero decir que me considere mayor pero........ el derroche de la juventud hace ya tiempo que paso, aún siento ese empuje de vitalidad que unos años atras me llevo a vivir mi vida como si fuese la unica de que dispongo, unas veces con mejor fortuna y otras, las que menos, con peor resultado.
El devenir de los años me ha dado mesura, equilibrio, tranquilidad e incluso a veces paciencia y la sabiduria necesaria para entender que un monton de virtudes esperan ser descubiertas en detrimento de mis defectos, que todavia se me antojan demasiados.
Por todo eso y un monton de cosas mas que la vida tiene de buena, intentare seguir manteniendo mi espiritu intacto, joven y libre, con la unica finalidad de preservar esa vitalidad que me permita " vivir para ver y ver para creer "
Bienvenidos

miércoles, 31 de agosto de 2016

LE MOUNT SAINT MICHEL

Le Mount Saint Michel
      40 años no son nada, son los que llevaba esperando este momento, el de ver con mis propios ojos el Mount Saint Michel.
      A mediados de los años 70 (si, del siglo pasado) y durante un año completo, cada vez que visitaba a mis abuelos en su casa, pude ver una increíble fotografía de este sito, era el calendario, o como se decía antes el almanaque, del año en curso, con los meses de dos en dos y multitud de anotaciones que, claramente, para un niño carecían de sentido. Tras unas largas y viejas escaleras, desgastadas por el uso, de la que aun hoy recuerdo su barandilla de pulida madera y los nombres tallados, infantilmente, de mi padre y sus amigos de infancia, una endeble puerta daba acceso a la cocina-comedor, con su vieja y típica cocina de carbón, esta estancia servía de distribuidor, a la derecha tres habitaciones consecutivas y en la ultima de ellas un fantástico reloj de pared que mi abuelo cuidaba y afinaba como si de un buen piano se tratase y que, todavía hoy, pese al tiempo transcurrido, da las campanadas con vigor juvenil, a la izquierda un pequeño taller en el que mi abuelo fabricaba tacos de billar a medida y artesanalmente con toda la paciencia del mundo, al lado un pequeño cuarto de baño.
      En una esquina de la cocina y al amparo de un mueble y de la mesa estaba el famoso calendario, con mi foto del Mount Saint Michel, justo encima del "tiu Fernando" tío de mi padre y que habiendo perdido ambas piernas se encontraba en una silla de ruedas, había sido pescador y sobrevivio a varios naufragios, así que, yo le imaginaba como un intrépido marinero que en algún momento de su vida había surcado infinidad de mares y vivido incontables aventuras hasta que el destino lo dejo en tierra para siempre. Allí estaban siempre, el "tiu Fernando" y el Mount Saint Michel, envueltos ambos en un halo de misterio y haciendome soñar con vivir aventuras increíbles y descubrir lugares maravillosos. En algún momento de ese año decidí que, tarde o temprano, visitaría aquel lugar y viviría mis propias aventuras.

Esta es la foto de los cuarenta años
      Hace ya muchos años que vivo mis propias aventuras, principalmente en la montaña, pero no fue hasta este mes de Agosto cuando conseguí visitar aquel icono misterioso de mi infancia, el lugar que las mareas consiguen que ahora sea una isla y luego tierra firme, que fue lugar de meditacion, hospital, cuartel, cárcel y, a día de hoy, un magnético destino turístico al que millones de personas acuden cada año.
Las pequeñas sorpresas del interior
      Las vacaciones de este año nos llevarían, en compañía de dos buenos amigos, a la Bretaña Francesa y aprovechando que el Mount, aunque pertenece a Normandia, esta tan cerca, programamos un día entero en el, tras caminar cuatro kilómetros, ya que no admiten perros en el autobús, me encuentro frente a frente y a las puertas del mítico destino de mi mente infantil, cara a cara con el pasado que se acaba de convertir en presente,
      El día resulta entretenido, llegamos con marea baja y después de deambular por las empinadas callejuelas de la fortaleza nos disponemos a presenciar el espectáculo de la subida de la marea, todo el mundo se prepara para ello, los turistas tomamos posiciones deseando no perdernos ni un solo metro de subida del agua de los doce o catorce que puede subir y los equipos de rescate de la Gendarmerie toma posiciones para tenernos a todos controlados y a salvo. Puedo parecer exagerado pero lo cierto es que la subida del agua es realmente rápida y en ocasiones algún incauto se ve sorprendido por el agua.
Esperando la marea

Sube, sube, sube, sube la marea
      Paso así un día de mi vida por el que llevaba esperando, en números redondos, cuarenta años. Un día que cumplió plenamente mis expectativas y en el que mi espíritu sintió cierto sosiego y alivio, al fin había conseguido cumplir mi sueño infantil. Y tengo que decir que la espera mereció la pena y que el Mount Saint Michel no defraudo en absoluto a pesar de que no haya nada de descubrimiento en el ya que su imagen es algo visto en infinidad de ocasiones. No se ni las veces que durante este día habré recordado la cocina de mis abuelos y, como no, al "tiu Fernando" y sobre su cabeza el calendario que me trajo hasta aquí. La compañía resulto ser inmejorable para este importante evento de mi vida, la humana también.
Faltan Txelo y Carlos, pero era mi foto


      Algún día volveré y.........lo sobrevolare, quiero sentirme como el Principito, solo es cuestión de tiempo.
       
     


2 comentarios:

  1. Hacia mucho,que no tenia noticias tuyas y me alegro que sigas viviendo estas experiencias.Un fuerte abrazo

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  2. Que bueno Sergio, nos prestó mucho verte el otro día, un abrazo.

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