Siempre he creído imprescindibles los recuerdos, pero no soporto vivir de ellos ni de sus rentas. Imprescindibles, porque son una buena fuente de inspiración, de saber y de placer. Me encanta que mi inquieta mente se disperse en ellos, en los buenos y en los malos, que los estudie detenidamente y que se enriquezca de lo que me puedan transmitir. A veces me descubro con la mirada perdida y mis neuronas trabajando a toda velocidad, como la abeja que va de flor en flor con el apremio de un verano que termina y una colmena que alimentar. Mis recuerdos son inspiración, no es el deseo de repetir sin mas, si no el de aprender, de ellos saco viejas ideas para un futuro que empieza ya. Puedo decir que para mi los recuerdos no pertenecen solamente al pasado, si no que son también presente y un futuro por descubrir.
Vivir de ellos me aterra, la sola idea de que son un pasado mejor que recordar me encoge el cerebro al tamaño de una nuez de California metida en un saco, donde cientos son como ella. No dudo de que con la edad me llegue el tiempo de contar batallitas a mis sobrinos o nietos, ojala me pueda permitir ese lujo y que alguien me preste atención. Pero de momento aun mi edad me permite querer oír y aprender de aquellos cuya larga experiencia en la vida les ha aportado infinidad de recuerdos que en muchos de los casos son lecciones. Así que no aburriré a nadie tratando de aleccionarle con mis recuerdos, al menos creyendo que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Salud amigos.
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