A estas alturas de la vida, no quiero decir que me considere mayor pero........ el derroche de la juventud hace ya tiempo que paso, aún siento ese empuje de vitalidad que unos años atras me llevo a vivir mi vida como si fuese la unica de que dispongo, unas veces con mejor fortuna y otras, las que menos, con peor resultado.
El devenir de los años me ha dado mesura, equilibrio, tranquilidad e incluso a veces paciencia y la sabiduria necesaria para entender que un monton de virtudes esperan ser descubiertas en detrimento de mis defectos, que todavia se me antojan demasiados.
Por todo eso y un monton de cosas mas que la vida tiene de buena, intentare seguir manteniendo mi espiritu intacto, joven y libre, con la unica finalidad de preservar esa vitalidad que me permita " vivir para ver y ver para creer "
Bienvenidos

miércoles, 22 de enero de 2014

LA BUTACA


       Sollozos.
       Al final del largo pasillo, en una habitación infantil, un niño llora desconsolado, cree que acaba de ser traicionado por sus padres. En la habitación hay una butaca angulosa y de lineas rectas, mezcla de estilos, moderna, retro, cool, inclasificable pero a la ultima, bajo ella esta el niño, es su nueva guarida, la de debajo de la cama se le quedo pequeña.
       El sonido de unos pasos avanza por el pasillo hasta llegar a la habitación. Su padre acaba de llegar y de pie al lado de la puerta intenta averiguar de donde provienen los llantos. Se acerca a la butaca y aparta la ropa que, acumulada sobre su cojín a cuadros verdes y negros, hace de puerta de la guarida, allí su hijo llora.
       Agachándose junto a el, le ofrece palabras de consuelo y razones, entre sollozos el niño habla con su padre y poco a poco va calmándose. Su nueva hermana, que ya esta en camino, tenia que llamarse Norma, como la vedette, y no Noelia, como la canción de Nino Bravo, cosas de niños.
       Ese niño que lloraba era yo. Y ahora, treinta y cinco años después, Noelia, mi hermana, es madre y Simón, su hijo, tendrá que buscar su propia butaca para llorar de vez en cuando.
       Un tiempo después volví a utilizar mi guarida, me faltaban cinco pesetas de las cincuenta necesarias para un regalo del día de la madre, unas figuritas diminutas que, a mi, me parecieron ideales para demostrarle a mi madre cuanto la quería.
       Con el tiempo fui creciendo y ya no lloro bajo la butaca, puedo hacerlo donde quiera.

       Ahora soy mas de Nino Bravo que de vedettes.

       Un beso Noelia.
     

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