A estas alturas de la vida, no quiero decir que me considere mayor pero........ el derroche de la juventud hace ya tiempo que paso, aún siento ese empuje de vitalidad que unos años atras me llevo a vivir mi vida como si fuese la unica de que dispongo, unas veces con mejor fortuna y otras, las que menos, con peor resultado.
El devenir de los años me ha dado mesura, equilibrio, tranquilidad e incluso a veces paciencia y la sabiduria necesaria para entender que un monton de virtudes esperan ser descubiertas en detrimento de mis defectos, que todavia se me antojan demasiados.
Por todo eso y un monton de cosas mas que la vida tiene de buena, intentare seguir manteniendo mi espiritu intacto, joven y libre, con la unica finalidad de preservar esa vitalidad que me permita " vivir para ver y ver para creer "
Bienvenidos

viernes, 30 de diciembre de 2011

EL FELECHU

      Era una tarde tranquila, de tertulia con los amigos, frente a los cafés de después de comer. ¿ Quien podría sospechar lo que sucedía en esos momentos lejos de allí? Una llamada de teléfono me aparta de la conversacion y de las risas.
      Un coche se salta un semáforo y embiste a un taxi, este a su vez se sube a la acera y acaba contra la fachada de una tienda arrollando en su camino a una mujer mayor, una anciana que paseaba tranquila hacia su casa, mi abuela.
      Como todas las personas mayores era una superviviente, de la guerra, del hambre, de la vida, y como no, también sobrevivio al accidente, pero rota. Las heridas físicas fueron mejorando, pero nunca del todo, limitaron su movilidad y sobre todo su independencia, así que, meses después y plenamente consciente de su estado, nos dejo.
      La conservo en mi memoria, al igual que conservo al resto de abuelos que ya no tengo. De ella guardo muchos recuerdos, también conservo varias de las calzas de lana que tejía, tan coloristas como cálidas, y que aun hoy calientan mis pies en los fríos días de invierno. Además mantengo en casa, en un lugar privilegiado del salón, una planta que ella tuvo durante años. Recuerdo el día que mi madre, su hija, me pregunto si quería la planta, sin dudarlo un momento dije que si y ahora soy yo quien con gran cariño cuida del felechu de mi güela y seguiré haciéndolo con gusto como una forma mas de mantenerla en mi memoria.
      No creo que sea, como pudiera parecer, una historia triste, si no mas bien una historia de vida, de una que termina y de otras que amanecen.

    Ya nadie me zurce los calcetines.

     Besos Margarita.
 
El Felechu de mi Güela.

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